Dinámica poblacional de un pequeño grupo de gatos ferales

En la urbanización dónde vivo hay gatos con dueño y gatos asilvestrados. Estos últimos vienen a ser como los de las colonias de las ciudades, pero en menor densidad y, probablemente, menor número de individuos. Rehúyen a los humanos y en lugar de estar en un parque dónde algunas almas compasivas les llevan alimento, aquí son ellos los que lo buscan en las casas más alejadas que convierten en centro de su territorio, para asegurarse el suministro.

Esta vida a la intemperie no es un camino de rosas, mueren prematuramente a causa de enfermedades, desnutrición, parásitos, depredación… pero, como todos los animales salvajes, es la única forma en que saben vivirla. Toman nuestro terreno y a nosotros como fuente de alimentos, pero no confían como para dejarse acariciar -aunque hay excepciones puntuales- y, menos aún, entrar a vivir en nuestras casas.

Después de muchos años de observación, he podido concluir que las hembras adultas tienen una mayor mortalidad que los machos y suelen vivir entre 1 y 4 años. Los machos adultos pueden vivir más tiempo, pero también muchos mueren antes de los 4 años. En un único caso he visto a un macho que vivió unos 13 años.

La estrategia de supervivencia de los gatos asilvestrados por lo general es la siguiente: un macho establece un territorio con el centro en una casa (quizás porque su madre lo parió en los alrededores o porque por casualidad pasó por allí y encontró alimento, hembras o por cualquier otra insospechable razón) y se le unen una o varias hembras, no más de dos o tres pues entre las hembras también se da la rivalidad por el territorio, siempre hay una que permanece más tiempo o que tiene más presencia en él. Allí obtienen alimento y agua y se encargan de echar a otros gatos. Especialmente evidente -por su sonoridad- es como lo hace el macho territorial en la época de celo. El resto del año más o menos toleran que otros vengan a comer y beber a escondidas o a deshoras. Las hembras paren en la zona forestal que rodea a la casa, más o menos cerca de la valla que la rodea, según las preferencias o el grado de desconfianza hacia los humanos de cada gata, pero nunca muy lejos.

No es nada raro comprobar que, después de parir, no continúen con los cachorros, esto solo puede ser por un número limitado de causas. Por ejemplo que los cachorros hayan nacido prematuros o muertos, que un depredador los haya olfateado, o que la propia madre los abandone o se los coma  al no sentirse con fuerzas para sacarlos adelante. 
En las primeras semanas, los cachorros también mueren por inclemencias del tiempo y cambios de temperatura. Por ejemplo, es muy raro que sobrevivan cachorros de los partos de final del verano o principios de otoño, cuando se producen fuertes tormentas y lluvias. También es raro que sobrevivan si nacen ya entrado el verano, entre julio y agosto. Por el exceso de calor enferman y acaban muriendo a las pocos días o semanas. Las mejores probabilidades de supervivencia de los cachorros son cuando nacen a finales de primavera o al inicio del verano. Las camadas son de entre 1 y 3 cachorros -excepcionalmente alguno más- y, si no muere ninguno prematuramente, es muy raro que sobrevivan todos después de cumplir el año.

La gata con la que inicié el seguimiento, “Gatita”, apareció por aquí en el otoño del 2017. Era muy menuda y se la veía muy joven, tendría alrededor de 6 meses o poco más. El gato dominante en el territorio era ya mayor y estaba enfermo. Aunque en el verano aún sus hembras dieron a luz algunos cachorros, todos murieron menos uno que murió, antes de cumplir el año y medio, en marzo del 2019. De manera que, por esas fechas, empezaron a venir a comer más gatos de lo habitual… ya no tenía fuerzas para ahuyentarlos con sus sonoros y escalofriantes gritos (de hecho, murió en el invierno de ese año). 

Como casi todas las hembras jóvenes en presencia de adultos, Gatita se quedaba a cierta distancia mientras ellos comían y solo cuando ya se habían ido se acercaba a lo que hubiera quedado, si es que quedaba algo. Yo al principio trataba de ignorarla. Ella también me ignoraba, como cualquier otro gato asilvestrado, y salía corriendo si pasaba cerca de ella o me dirigía casualmente hacia donde estaba.

El macho territorial de unos 13 años de edad, en junio del 2017 con dos hembras y un hijo que sobrevivió hasta principios de marzo del 2019. El resto de cachorros de ese año murió y, poco antes de morir él, las dos hembras ya no se volvieron a ver. 

En la primavera siguiente ya estaba gorda para parir. Cuando llegó el momento desapareció y al poco volvió sin barriga y sin el comportamiento típico de la gata que tiene cachorros. Ese comportamiento es tal que una gata, desde el momento del parto, puede estar un día entero, dos o hasta tres sin aparecer o dejarse ver, pero no es habitual que regrese a las pocas horas y después de haber comido y bebido se quede en los alrededores. Cuando tiene cachorros, especialmente al principio, viene en busca de la comida a deshoras -parece que para evitar encontrarse con otros gatos o intentar obtener más alimento…- y durante el espacio de tiempo que permanece en las inmediaciones se la ve inquieta y alerta, a menudo girando la cabeza hacia la dirección por la que ha venido. Una vez ha comido y bebido desaparece rápidamente. En comparación, el comportamiento de un gato feral, tanto hembras -sin crías o con crías que comen- como machos, fuera de los momentos álgidos de celo, es aparecer siempre sobre las mismas horas del día. También suelen permanecer largo rato sentados o tumbados cerca de la zona de alimento.

Del 2017 al 2020 fui viendo regularmente embarazada a Gatita y siempre volvía poco después del parto con el comportamiento de no tener crías. Todas las veces así, menos la última en el 2020.

Pero antes de eso, en uno de los primeros embarazos, tuvimos un acercamiento. Era verano y ella tenía una barriga enorme para su pequeño cuerpecito, estaba tumbada de lado en la acera y al verla sentí el impulso de acercar la mano y acariciar su barriga. Ella nunca había tolerado mi presencia tan cerca pero el sofocante calor mediterráneo unido a la pesadez de su estado probablemente le impidió reaccionar a tiempo para evitar mi mano y, una vez allí sobre su barriga, debió sentir algo de alivio porque entrecerró los ojos y se dejó acariciar… a partir de aquí ambas empezamos a sentir aprecio la una por la otra y ya se convirtió en un ritual acariciar su barriga cada vez que estaba a punto de dar a luz. El resto del tiempo prefería evitarme y yo lo respetaba.

Cuando las gatas silvestres sacan adelante a sus cachorros permanecen con ellos alrededor de 6 meses o más, aunque ya no dependen de ellas. De hecho, incluso después de otro parto no se desvinculan totalmente de su anterior camada, formando una familia extensa entre ellas y los hijos de camadas diferentes, con esa manera particular de los gatos de guardar distancias y tener sus encuentros, desencuentros y preferencias familiares. 

En la práctica suelen tener dos embarazos al año. Pero si pierden todos los cachorros al parir pueden llegar a tener 3 embarazos ya que el macho trata de montarlas a la semana o poco más de haber perdido los cachorros. Teóricamente en este caso podrían tener más embarazos al año pero, en la práctica, no es lo habitual ya que no siempre ellas aceptan la cópula en esta situación.

A las puertas del verano del 2020 Gatita otra vez exhibía un embarazo. Desde que el macho territorial había muerto a finales del 2017 no se había establecido ningún otro y poco a poco cada vez venían menos gatos itinerantes buscando comida… (llegué a valorar la posibilidad de que, dado que las gatas tapan con tierra su orina, pero los machos marcan su territorio quizás, la falta de olor en la zona les hacía creer que no había nada interesante por lo que acercarse. No se me ocurría una mejor explicación al sorprendente hecho de que vinieran menos). La cuestión es que ella era la única gata territorial y eso había repercutido positivamente en su estado de salud. El día 20 de junio de ese año, me despedí de ella unos días, por el volumen de su barriga en ningún momento se me pasó por la mente que pudiera estar próxima a dar a luz.


Gatita el 20/06/2020 a cuatro días del parto

De regreso el día 24 me sorprendió su actitud. Bajó a mi encuentro hasta el coche y la noté muy emocional, de hecho, subimos las escaleras juntas y no pude entrar a casa por sus reclamos. Al quedarme con ella y acercar mi mano con suavidad se puso a lamerme la mano -algo que nunca había hecho- con gran empeño y entusiasmo. Se la veía tierna como nunca y a la vez muy inquieta… me dejó para ir a defecar a un bancal, la seguí con la mirada y vi que expulsaba líquido. Pensé que al quedarse sola y en su estado quizás se había estresado bastante al echar algún gato que hubiera podido venir. La vi desaparecer hacia fuera de la casa como solía hacer siempre. Ese día ya no volvió. Me extrañó un poco y me quedé pensando que quizás estaba enferma…

Al día siguiente no vino ni por la mañana ni por la tarde y me empecé a preocupar ¡quizás era más grave de lo que había pensado el día anterior! -los gatos, si no les coge por sorpresa, suelen retirarse a un lugar oculto poco antes de morir-.

Cuando por fin vino, en seguida me di cuenta de que había parido y ¡por primera vez en tres años se hacía cargo de sus cachorros! su comportamiento, no daba lugar a dudas. Tardó en dejarse ver con sus cachorros del otro lado de la valla, pese a que estaba muy cerca de la casa. A las cinco semanas los trajo hacia dentro hacia de la valla para que empezaran a comer. Tenían algún virus de las vías altas como se aprecia en sus ojitos con legañas. Me llamó la atención que hubiera tenido un cachorro de cada tipo: ¡uno atigrado típico, uno blanco atigrado y uno negro de pelo largo! Vamos, lo que se suele decir uno de cada padre.


                 27/07/2020 al otro lado de la valla
                                                             

01/08/2020 Recién traídos a dentro de la valla.

12/10/2020. Gatita con sus dos hijas.

Normalmente los gatos ferales de por aquí, casi todos eran atigrados y algunos negros, como les sucede a sus grandes parientes del género pantera. Con la proporción de atigrados siempre mayor. Por ejemplo, en la mayoría de los partos, nacían dos atigrados y uno negro o tres atigrados. En los años 80 se mezclaron con gatos blancos que traía la gente de la ciudad, como siameses y de otras razas, y empezaron también a parir gatitos blancos atigrados, pero siempre en menor proporción que los atigrados pardos típicos. Más tarde se empezó a ver algún que otro gato de pelo largo y color negro. Pero yo no había visto aún ninguno así parido por una gata asilvestrada... ¡Y menos aún uno de cada tipo en el mismo parto! Cómo la proporción de gatos caseros de ciudad a gatos asilvestrados ha aumentado en la última década, probablemente en la actualidad es más habitual la variedad de colores en cada parto.

Gatita, fue una madre muy solícita y dedicada. Cuando los cachorros empezaron a trepar a las alturas, los acompañaba por el borde del muro advirtiéndoles con toques de mano en los costados. Cuando se hicieron tan grandes como ella, aún les daba de mamar de vez en cuando y se acurrucaba con ellos a descansar, especialmente con el machito que era el más tragón. 

En enero del 2021 me di cuenta que no se encontraba muy bien, estaba bastante apática y le lagrimeaba un ojo… el 31 de marzo después de unos días en los que ella y su hijo permanecían la mayor parte del día durmiendo, nunca muy lejos el uno del otro, tomé la foto de abajo. A los pocos días, primero él y luego ella, ambos murieron. Quedando solas las dos hermanas a las que con el tiempo llamé Salvaje y Misha.


31/03/2021 Gatita y su hijo de 9 meses a pocos días de morir los dos

Curiosamente, el tipo de pelaje de cada una coincidía con su comportamiento: Misha era la negra con pelo largo típico de razas domésticas, en cambio Salvaje era una gata rayada de pelo corto, más habitual en los gatos ferales. Cuando me miraban lo hacían de forma muy diferente. En la Salvaje no había curiosidad sino una impaciente espera por comida, a veces susto e indiferencia, según la ocasión. Pero Misha, demostraba una gran curiosidad por mi persona y a menudo la sorprendía observándome con gran atención e intensidad, incluso al principio cuando aún trataba de hacerlo oculta a mi mirada. Con el tiempo estas apreciaciones iniciales se fueron confirmando aún más. En la actualidad Misha me mira fija y descaradamente, a veces me busca solo para estar un rato juntas, restregarse contra mí y que la acaricie un poco… como los gatos caseros pero sin perderme del todo el miedo, según como -especialmente después de comer-, no es raro que salga corriendo si me intento acercar o camino en su dirección. Cuando trato de manipularla -por ejemplo, para ponerle y quitarle un gps de seguimiento para un estudio científico que necesitaba colaboración ciudadana- se queda inmóvil asustada pero no me saca las uñas. Con la Salvaje la relación es muy diferente. Le costó mucho llegar a restregarse contra mis piernas, solo lo hace cuando quiere comida y es el único momento en el que se me acerca. Y, más a menudo de lo que me gustaría, cuando se la voy a poner y le da por levantar la cabeza y mirarme a la cara, entra en pánico como si hubiera visto a un monstruo y sacando las uñas me larga un zarpazo huyendo a continuación.

En esa primavera del 2021, poco después de la muerte de Gatita y su hijo, apareció un gran gato blanco rayado. Y en seguida formaron un trio bien avenido.

 
          Primavera 2021. El nuevo macho con las dos hermanas

A principios de junio del 2021 parió la Salvaje y, unas semanas más tarde, el 12 de julio lo hizo Misha. Las dos perdieron los gatitos, aunque a la Salvaje le duraron un par de semanas y a Misha a penas 3 días. Después de otro intento, Misha tuvo un aborto en septiembre. Pero su hermana, en agosto -en lo peor del verano- había parido dos gatitos blancos como su padre y los estaba sacando adelante. Uno de ellos nació con espina bífida y pese a los cuidados de la madre finalmente murió con la llegada del frío atacado por dípteros y coleópteros necrófagos que habían puesto sus larvas en la abertura del final de su espalda. El otro, desde cachorro dio muestras de tener problemas de visión, pero estaba sano y hasta jugaba con su padre que se lo permitía todo: asaltarlo por sorpresa, que metiera su cabeza en el plato mientras comía y hasta dormir a su lado. Este nuevo macho, claramente venía de un ambiente doméstico pues su comportamiento respondía al de un gato con dueño. Entre otras cosas, se paraba delante con seguridad y levantaba la cabeza para que lo acariciaras con total tranquilidad. Pero le encantaron las dos hermanas y se quedó como territorial, hasta que murió después de superar una larga infección bucal que lo dejó muy debilitado.

A Misha lo de los cachorros no se le daba nada bien. Y como a veces incluso llegaba a entrar en la cocina por la puerta de atrás, decidí planear una encerrona para atraparla y llevarla a esterilizar cuanto antes.


                                             14 de julio 2021. Cachorros de Misha que morirían 1 o 2 días más tarde.


14 de septiembre del 2021. Cachorros de la Salvaje con 1 mes. Pocos meses después moriría el de espina bífida. El superviviente, tiene problemas de visión pero es el nuevo macho territorial en otoño del 2023.

El 2022 fue un año mucho más tranquilo. La Salvaje dedicó los primeros meses a cuidar el cachorro superviviente del año anterior y ya en el verano tuvo tres cachorros atigrados, dos hembras y un macho de pelo largo como su tía Misha. Cuando crecieron también se veía a este macho de pelo largo un carácter mucho más dócil, incluso más que su tía, pues en alguna ocasión lo cogí por debajo y ni trató de huir. Sin embargo, como su hermano mayor, parecía tener problemas de visión y quizás otros que pasaban desapercibidos. En cualquier caso, murió en enero del 2023. 
De sus dos hermanas atigradas de pelo corto, una se veía más fuerte que la otra. La más fuerte tenía una marcada línea negra alrededor de sus ojos oblicuos y me dio por llamarla Osiris. La más frágil tenía un pelaje atigrado más grisáceo con un toque blanquecino en el pecho. Pese a su aparente fragilidad, cuando le lanzaba algo de carne, era tan rápida como su hermana. 
A principios de la primavera de este año 2023, muerto su padre y aún demasiado joven el hermano de la camada anterior, llegaron algunos machos con intención de montarlas. Con la más frágil no tuvieron éxito, ella solo mostraba interés por su hermano mayor al que a veces ofrecía servicios de lazarillo. Osiris sí se quedó preñada pero, después de dos partos fallidos, de repente un día, la noté a faltar a las horas de la comida. Cuando creía que ya debía estar muerta, después de más de una semana sin aparecer, llegó en muy mal estado. Vino solo a despedirse, al día siguiente desapareció para siempre. Su madre, la Salvaje, este 2023 no ha sacado adelante a ningún cachorro pese a que dio a luz en dos ocasiones y les dedicó bastante tiempo. De la última camada, uno de los cachorros sobrevivió hasta al menos los tres meses de edad. Pero un día de pronto desapareció y no se le volvió a ver, sospecho que víctima de algún depredador, pues se le veía sano.






16/06/2023 Video. La Salvaje -a la derecha medio escondida sobre un escalón- y sus descendientes vivos a día de hoy, el macho del primer año y la hembra del segundo. Se aprecia afecto entre ellos. La madre incluso prodiga cuidados a su hija ya adulta con 1 año de edad


En mayo de este año me sorprendió un llamativo titular de antena3.com* 

"Una gata puede dar entre 15 y 20 gatitos en un período de 6 u 8 meses"

Según esto Gatita, desde su primer parto en el 2018 hasta su muerte en abril del 2021, debía haber tenido, a una media de 15 cachorros cada 6 meses, 75 hijos. La realidad -no una estadística ni una probabilidad- es que, solo le sobrevivieron 2 hijas.

A su hija fértil, no le ha ido mucho mejor pese a que antes del año empezó a quedarse preñada. Y desde el inicio hizo grandes esfuerzos por sacar adelante a sus camadas, convirtiéndose en una madre experta. Pero, en dos años y medio, desde la primavera del 2021 hasta el otoño del 2023, solo han conseguido sobrevivir 2 de sus crías, una del primer año y otra del segundo, el gato cegato y la frágil gatita.

Según el titular de antena3, la Salvaje debía de tener también unos 75 hijos. Con los cuales ya sumaríamos 150 descendientes de Gatita, a los que habría que añadir los hijos de sus 75 nietos, que solo en 1 año habrían tenido por lo bajo unos 2250 cachorros. Por lo que tendríamos la suma de 2400 descendientes de Gatita en el 2023. Aun suponiendo que hubiera muerto el 30% de cada camada, seguirían siendo muchos los descendientes de Gatita hoy en día. Lo que en comparación con la realidad de sus cuatro descendientes vivos es una auténtica barbaridad. Una barbaridad que, sin embargo, alimenta ideas descabelladas respecto a los gatos.

Por lo observado, en mis largos años de coexistencia con gatos asilvestrados, las gatas pierden muchas camadas, tanto por ellas mismas como por enfermedades y otros animales que las depredan. Y, de las que consiguen sacar adelante, muchos cachorros mueren antes de cumplir el año sin llegar a reproducirse. Esa es la realidad de los gatos asilvestrados de mi zona, pese a estar alimentados y en cierta medida cuidados (pastillas antiparasitarias en la comida, desinfección de heridas externas, como se puede y te dejan, pero menos es nada). Desconozco las circunstancias de los gatos asilvestrados de otras zonas, pero no creo que difieran mucho en la dinámica de sus poblaciones.

Ya lo decía Darwin cuando formuló su famosa teoría 

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